Docentes sentipensantes. Toda la práctica educativa necesita combinar la razón y el corazón

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Conjugar el “sentir” y el “pensar” en el acto educativo configura a la enseñanza como
un entramado social y emocional potente para que el aprendizaje acontezca. (Alvarez,
S., 2022, p.65)

Tras los cambios vertiginosos que estamos viviendo como sociedad, a escala local
como mundial, los que amamos la tarea de la enseñanza, debemos replantearnos los
horizontes de nuestras intervenciones en los escenarios cotidianos donde realizamos
nuestra labor. Es relevante preguntarnos ¿Qué actitudes tenemos ante la
transformación de las subjetividades de nuestros estudiantes? ¿Cuál es el valor que le
atribuimos a nuestros espacios curriculares, para promover sujetos emocionales,
sociales, críticos y creativos? ¿Nos interesa colocar en relieve solo los saberes
disciplinares específicos? ¿O, también aquellas habilidades y destrezas para vivir
mejor con ellos mismos y con otros?


Claramente, la apuesta es la concepción del constructo teórico del “sentipensar”, es
decir, poder combinar, afinar e integrar el corazón – lo sentimos, cómo nos
emocionamos, la frecuencia interior – como lo que pensamos, razonamos, analizamos,
comprendemos, reinterpretamos, y tantas otras estrategias cognitivas, que hacemos
uso para conocer y leer el mundo.


En este sentido, acudiendo a los estudios de Fals Borda, quien comenzó a investigar y
acuñar el termino “sentipensante”, el sociólogo dice que se trata de “pensar con el
corazón y sentir con la cabeza”.


Se trata entonces de construir nuestro SER DOCENTE teniendo presente la
importancia de nuestra interioridad, por encima de nuestros aspectos extrínsecos: el
título, los quehaceres específicos, la profesión, la burocracia del sistema educativo,
entre otras cuestiones. Sostengo que en la búsqueda por experimentar nuestra
identidad como educadores/as, podemos trabajar en aquellas aptitudes que van a
fortificar nuestra cotidianeidad. Las prácticas educativas, son sociales, y por lo tanto
acontecen entre sujetos, y se diferencian de otras por el componente emocional y
afectivo que las enmarca. Un sujeto sentipensante aprende a balancear el sentir y el
pensar, como acciones constitutivas de su subjetividad. Ese balance le permite ser
coherente en sus razonamientos y logra entrelazarlos con lo que siente y, por
consiguiente, con lo que hace. (Alvarez, S., 2022, p.66-67).

El docente sentipensante, primero debe tener una actitud que lo lleve a querer
modificar su perspectiva en relación a su identidad y prácticas, es decir predisposición,
iniciativa y proactividad para reconocer y valor el componente social, cultural y
emocional de sus construcciones didácticas, las relaciones docentes-pares, el vinculo
pedagógico con sus estudiantes, las experiencias afectivas en el interior de sus
intervenciones, entre otros aspectos.


Pero además de ello, requiere ofrecer una aptitud, preparación y competencia para
llevar a cabo las acciones que se enmarcan en su ser, su rol y su función.


Dentro de algunos aspectos que pueden vislumbrarse para destacar a un docente
sentipensante encontramos: la configuración vincular entre pares docentes; la
construcción, el acompañamiento y el sostenimiento del vínculo pedagógico con los
estudiantes; en la búsqueda, selección, priorización y secuenciación de los contenidos
a enseñar; en el diseño y ejecución de la propuesta de enseñanza.


Sostengo que un docente sentipensante se construye desde las actitudes, como así
también a través de las aptitudes que se van aprendiendo. Es un proceso inacabado
pero que requiere actitud, iniciativa, diligencia y compromiso. (Alvarez, S., 2022).

Alvarez Santiago Marcelo. Profesor de Educación Tecnológica. Especialista en Formación de formadores
(CAEP). Escritor de libros sobre la temática. Docente de nivel primario, secundario y
superior. Capacitador de docentes en Argentina, Perú, Ecuador y México.

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