Internet enseña más que la escuela – Luis Sujatovich

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La escuela ha tenido durante el último tercio del siglo XX una confrontación feroz contra los medios de comunicación. Las autoridades y las maestras solían depositar en ellos, principalmente en la televisión, la causa de todos los males que asediaban a la cultura enciclopédica, es decir escolar.  Era muy frecuente que se insistiera en sus defectos en los actos, reuniones y también, por supuesto, en las clases. Cualquier referencia a un contenido mediático era, por definición, una manifestación indubitable de la decadencia a la que estaba asistiendo en Occidente. 

Por supuesto que tampoco se abordada el goce que producía su consumo, ni tampoco había sitio para reconocer que, muy a pesar de todos, tenían más incidencia que el mejor de los discursos que cualquier docente pudiera ofrecer. Quizás el rechazo también estuviera conformado por la envidia: la escuela anhelaba poseer la incidencia de los medios. Eso no significa que no existieran mensajes nocivos o hábitos que riñeran con la moral, sino que la escuela se demoró demasiado tiempo en la limitada estrategia de la censura, a pesar de los escasos resultados obtenidos. Cuando supo que debía convivir, trató de aprovecharla, pero lo hizo con tantas reservas y lentitud, que llegó tarde.

Las nuevas generaciones ya no están atraídas por los medios tradicionales y entonces los canales “educativos” y las referencias a temas escolares que suelen incorporarse a los programas que poseen la pretensión de “enseñar” (como si fuera posible delimitar ese proceso), pero no obtienen el resultado esperado: apenas los miran los docentes en busca de materiales audiovisuales para sus clases.

Internet, como era de esperar, heredó todas las maldiciones que  pesaban sobre  sus predecesores. La utilización de los celulares, de algunas plataformas y de las redes sociales conforman acciones que están sujetas a los criterios de algunas profesoras y bajo ciertas ocasiones: los espacios menos disciplinados están en mejores condiciones de aceptar ese cambio. Las demás, como ya sabemos, hacen sus mejores esfuerzos para incorporarlos pero sólo bajo una circunstancia: usando un programa que permita  desarrollar los contenidos con la mínima interferencia de la cultura contemporánea. Un simulador, por ejemplo, es una oportunidad muy valorada: se usan los dispositivos, pero sin digresiones, es decir, sin nada que venga de afuera. De alguna forma, remiten al manual: tratan de acercarse a la realidad pero de una forma tan controlada que cualquier asunto acaba por convertirse en artificial.

Es probable que uno de los principales atractivos de Internet esté relacionado con el estrecho vínculo que ofrece para inscribirse en la sociedad contemporánea, estar allí es el modo predilecto de ser. Y la escuela actual no sabe de qué manera posicionarse, por eso recurre a la crítica despiadada y a la vez, ignorando que comete una contradicción inoperante, la trata como recurso  didáctico. Internet enseña más que la escuela. Acaso porque no se lo propone, como sucedía con la televisión. El entretenimiento es el formato predilecto de las nuevas generaciones, ¿estamos en condiciones de adoptarlo para salir de nuestra impotencia? En unos años sabremos la respuesta.

Luis Sujatovich, Prof. y Dr. en Comunicación Social

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