Varios hechos de violencia física y verbal ocurridos en escuelas argentinas estas últimas semanas, son la punta del iceberg de la práctica violenta permanente que vemos en la calle, en las redes sociales y en los medios de comunicación.
Por Viviana Fulleringer
@vivifulleringer
Esta semana en la escuela primaria Nro 80 de City Bell, partido de La Plata, un grupo de padres y alumnos atacó a docentes y directivos. La situación se desbordó y terminó con la directora del establecimiento internada.
No se trata de un hecho aislado. La misma escuela tiene otras situaciones de violencia que tomaron estado público. Además en otra institución platense, la Escuela Normal 2, el 5 de noviembre una preceptora fue golpeada por un alumno en la cabeza y tuvo que recibir varios puntos de sutura. En tanto, en Mar del Plata, en la Escuela Primaria Nº 21, un grupo de padres provocó destrozos en el establecimiento en protesta por presuntos casos de abuso sexual por parte de un alumno de 10 años; y la vivienda del niño fue incendiada.
Por el momento la reacción de las autoridades es el silencio. Y en la comunidad docente, hay preocupación, desconcierto y miedo. No son casos aislados. La sociedad expresa a través de sus espacios comunitarios, nuevos modos de relación entre las personas. Modos alentados desde las redes sociales, las voces de influencers, muchas veces desde la misma autoridad presidencial, con discursos de odio al que piensa distinto, al que no está de acuerdo con mi idea o mi manera de ver el mundo. Y en las infancias, la primera respuesta es muchas veces física, cuando no se aprende en la familia -ni en la sociedad-, a usar la palabra para resolver conflictos. O la única palabra que está a mano es el insulto fácil, la agresión permanente. Algo que podemos encontrar a diario, repito, en el discurso presidencial, en las redes sociales, algo que también se practica en la calle, que se puede ver en cualquier discusión que ocurra en un espacio público.
Entonces, es la escuela ese lugar en el que todo esto converge y se expresa. Poco puede hacer el docente frente a este fenómeno que lo excede, cuando incluso la propia familia de los alumnos involucrados, también practica la violencia.
Con el ánimo de entender, para buscar soluciones, reproduzco la opinión de dos expertos publicada hoy por el diario La Nación y que va en esta línea de pensamiento:
Manuel Álvarez Trongé, presidente y fundador de la Asociación Civil Proyecto Educar 2050:
El origen del fenómeno es multicausal: “En gran medida la violencia tiene que ver con los malos resultados de aprendizaje, que no permiten pensamiento crítico, y con el clima de violencia que reciben los estudiantes del mundo adulto. Los insultos al que piensa distinto, las agresiones verbales en redes y los ejemplos de violencia en los medios de comunicación van armando un entramado que después aparece en la escuela”.
“En ese marco, la tarea del docente y de los padres es crucial, y merece una atención especial del Estado, cuya obligación por ley es garantizar la educación y el aprendizaje de los menores, algo que hoy no está logrando”.
Episodios de este tipo deberían movilizar intervenciones inmediatas. “En situaciones tan graves se requiere una acción urgente con especialistas, psicólogos y psicopedagogos, para generar un clima escolar nuevo y trabajar con padres, directivos y docentes desde el nivel inicial. Las escuelas no pueden quedarse solas, sin la inversión necesaria y obligatoria que la ley exige”.
“Lo grave es que estos no son hechos aislados. Las escuelas son muestra de la ciudadanía y de las comunidades a las que pertenecen. Los casos de bullying y violencia han recrudecido. Todo esto marca la alerta sobre la importancia de una educación integral y del abandono del Estado en su obligación de sostener un pacto educativo entre padres, docentes y estudiantes, con medidas preventivas y no reactivas”.
Guillermina Tiramonti, también especialista en educación
Los hechos responden a una problemática social más amplia: “A mi criterio, la sociedad está mucho más violenta, mucho más propensa a reaccionar de forma agresiva. Y la escuela es parte de esa sociedad. No es que la violencia se produzca al interior mismo de la institución, sino que es una manifestación de lo que pasa afuera”.
Hechos como este obligan a revisar el vínculo entre las familias y la institución escolar: “Es necesario que la escuela adopte ciertas prevenciones, sobre todo frente a reacciones de los padres. Antes había armonía entre los valores y creencias de las familias y lo que representaba la escuela. Hoy esa coherencia se quebró. La sociedad atraviesa un cambio cultural que fragmenta criterios y valores, y en ese cruce se producen estas explosiones de violencia”.
¿Y si esto es solo el comienzo?
Es probable que la maquinaria mediática “politice” el problema y lo refleje como un fenómeno que ocurre solo en la provincia de Buenos Aires para responsabilizar a sus autoridades. Sería un error de interpretación muy grave. La provincia de Buenos Aires concentra el 40 por ciento de la población del país y es también una de las más afectadas por los recortes presupuestarios del Gobierno nacional, que hoy sostienen el denominado “Déficit 0”. Concentra también el mayor porcentaje de familias pobres. Es decir, casi la mitad de los problemas que tiene toda la Argentina están en el territorio bonaerense.
La violencia en la escuela, ya no solo entre pares sino hacia sus autoridades: directivos, docentes, debe abordarse como el síntoma de algo mucho mayor.
En la reciente campaña electoral leímos mensajes en redes sociales de una candidata, hoy diputada nacional, por la provincia de Buenos Aires, decir que quienes piensan distinto políticamente “cagan en balde”. Hay también un ministro de la Nación que no le atiende el téléfono al gobernador de la provincia más importante del país y se jacta de ello como si fuera un chiste.
Y muchas otras cosas ocurren en las burbujas digitales que consumen niños y adolescentes, y que después se expresan en las aulas.
Ya no son señales sino hechos concretos. Y esto debe ser tomado como el principio de algo más grande, que merece toda la atención de las autoridades provinciales y nacionales.