LA RECUPERACIÓN DE LA DENSIDAD PEDAGÓGICA: EL LEGADO DE PAPERT – Luis Sujatovich

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Seymour Papert es reconocido como uno de los pioneros del pensamiento computacional y también por la creación del lenguaje de programación Logo. Sus aportes a la constitución de la programación como un aspecto fundamental de la educación de las nuevas generaciones, así como sus avances en inteligencia artificial. Sin dudas, su obra resulta insoslayable para quienes se aproximan al campo de la tecnología educativa. Sin embargo, en las reiteradas (y merecidas) ocasiones en que se recuerda su legado, suele omitirse su postulado teórico denominado construccionismo. Acaso tal omisión nos permita comprender el acento en la técnica y en el uso de los artefactos digitales que evidencian los procesos de enseñanza y aprendizaje en la actualidad. De alguna forma, la formación de un sujeto parece reducirse, cada vez más, a la eficiencia en la manipulación de un dispositivo. El saber técnico, en su dimensión más empobrecida, se ha adueñado de las expectativas educativas de la sociedad. Es por eso que resulta pertinente recuperar la densidad de la acción y la reflexión pedagógicas.

La teoría del aprendizaje propuesta por Papert se caracteriza por la búsqueda de crear experiencias novedosas y significativas en el aula. No requiere  no requiere un método específico de enseñanza, pero sostiene que es indispensable que los estudiantes encuentren las condiciones propicias para empoderarse y de esa forma, protagonizar el desarrollo de las actividades. Es posible que las similitudes con otras formulaciones (constructivismo) y su poco interés por sistematizar sus conceptos, no le haya permitido un mayor reconocimiento, se sabe  que la academia tiene sus reglas y quien no las cumple, queda excluido. Quizás por eso tampoco se conozcan tanto sus ocho ideas capitales: la primera es aprender haciendo; la segunda es la tecnología como material de construcción; la tercera es la diversión difícil; la cuarta es aprender a aprender; la quinta es tomarse el tiempo adecuado; la sexta es no se puede hacerlo bien sin hacerlo mal; la séptima es hacer nosotros mismos lo que hacemos hacer a los estudiantes y la octava es el saber sobre tecnología digital es tan importante como leer y escribir.

La nómina es esclarecedora. Muy probablemente nos interesen más algunas ideas que otras, por ejemplo la séptima y la tercera, dado que tienen mayor poder disruptivo. La oposición entre la “diversión difícil” y  las premisas que imperan en la elaboración de materiales didácticos (poco texto, imagen grande, videos breves, etc.) para no importunar a los alumnos, obliga a  revisar nuestro proceder. En tanto que la propuesta de entrar en acción pone en evidencia a qué vamos al aula. ¿Cuántas veces trabajamos a la par del grupo en una tarea? ¿Qué podrían aprender de nosotros en ese intercambio? ¿Y nosotros de ellos? Sin dudas, mucho más de lo que suponemos.

La educación, en tanto vínculo, comunicación y proceso, no puede subsumirse a una interacción codificada tecnológicamente. Los artefactos concitan la atención y fascinan por su complejidad, sin embargo manipularlos no nos constituye como sujetos plenos, apenas nos ayuda a ser usuarios avezados.  La escuela no puede convertirse en un proveedor de tutoriales.

Luis Sujatovich, Prof. y Dr. en Comunicación Social

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