¿SI LA ESCUELA NO FUERA OBLIGATORIA QUIENES ELEGIRÍAN IR? – Luis Sujatovich

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¿Si la escuela no fuera obligatoria quienes elegirían ir? La primera respuesta que surge nos brinda un panorama de la situación de la educación: un porcentaje no menor evitaría concurrir. Es cierto que no es una situación absolutamente novedosa, ya que las sensaciones negativas tienen una larga historia. La canción de Serrat que menciona “Y uno es feliz como el niño cuando sale de la escuela” nos deja en claro que la mala fama tiene muchas décadas. Sin embargo, hay una distinción que podría formularse y no es en relación a la educación sino a la sociedad. ¿Podemos afirmar que tenemos el mismo afán por el estudio que hace cinco décadas? Y antes de continuar es preciso hacer una aclaración: de ninguna forma se supone que se deba regresar a esos valores ni tampoco la idealización del pasado nos va a conducir con éxito al futuro. Nada de eso. La cuestión es diferente: ¿cómo sociedad valoramos el esfuerzo, compromiso, perseverancia y dedicación que están involucrados en la trayectoria pedagógica de una persona? ¿Cuáles son nuestras figuras destacadas? ¿A qué mujeres les otorgamos mayor atención? No menciono los medios de comunicación porque la respuesta también es de larga duración, porque bien sabemos que allí no asisten ni los docentes ni los alumnos, excepto que se trate de un conflicto o de una premiación. En ambos casos, es un accidente externo el que se vuelve noticiable: un paro o un reconocimiento. Cuesta admitir que, aún con las múltiples falencias que posee el campo educativo (es decir, todos sus miembros), no merece el tamaño desinterés que recibe. Un ejemplo notable, sencillo y cotidiano puede hallarse en el modo en que se estima el desempeño deportivo de las niñas y niños y adolescentes. Los fines de semana es muy común asistir a canchas y eventos atiborrados de madres y padres que acompañan con mucho entusiasmo su desempeño. ¿Genera la misma pasión prepararse para un examen? Por supuesto que no. ¿Tiene la misma significación en la dinámica familiar la final de un torneo en la que la hija es protagonista que la presentación de un trabajo en grupo o la visita a un museo? ¿Forma parte de las conversaciones, expectativos y desvelos en igualdad de condiciones? Supongo que no es necesario establecer que no se pregona contra las actividades recreativas y que, seguramente, habrá ejemplos de comportamientos opuestos. Pero, en términos generales, no son la norma sino la excepción.

¿Cómo podríamos anhelar ser partícipes de un debate profundo, abierto, crítico, valiente  e impostergable acerca de la educación que necesitan las nuevas generaciones si nos distraemos con facilidad y no acertamos a brindarle el espacio necesario en nuestros intereses? Si la sociedad supone que su responsabilidad se agota en llevar a sus hijos a las escuelas, rehuyendo de cualquier otra labor, (aunque sea dialogar para construir un discurso afectuoso que dignifique los vínculos con los demás, con la ciencia, el arte y con el esfuerzo ajeno), es improbable que podamos convertir a la escuela en un lugar goce grupal.

Luis Sujatovich, Prof. y Dr. en Comunicación Social

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