ACERCA DEL ROL DE LOS ESTUDIANTES EN LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA

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Las múltiples formas que adopta la educación en pandemia no sólo revelan las diferencias de
acceso a las tecnologías, sino también la persistencia de los roles tradicionales que configuran la
acción del docente y de los estudiantes. Y a pesar del convencimiento acerca de la centralidad que
tienen los alumnos en cualquier propuesta, suelen verse eximidos de las críticas respecto de su
desempeño. Es muy infrecuente hallar un escrito académico que insista en señalar que los
alumnos deben revisar su desempeño en los ámbitos educativos, bajo cualquier modalidad. La
disposición hacia una presencia que sólo se activa ante el estímulo docente constituye un
obstáculo enorme para los dinámicos escenarios sociales contemporáneos. Si se sostiene la
costumbre de supeditar toda actividad estudiantil a la demanda que pueda ocasionarse en pos de
cumplir con las obligaciones, será muy complejo superar el sitio que se les impuso hace más de un
siglo. Es momento de reconocer que el aprendizaje exige mucho más que la mera resolución de
las tareas áulicas. Y para que eso suceda, no basta con limitarse a cumplir con las consignas.

Por supuesto que cada nivel supone una demanda diferente. No es equiparable el nivel medio con
el inicial. Sin embargo, teniendo en cuenta que el tiempo que suele demandar un cambio tan
importante, no sería equivocado establecer las bases de un nuevo contrato pedagógico a partir de
las primeras experiencias en el sistema educativo formal. Porque conforma una gran
contradicción que los mismos sujetos que son capaces de desempeñarse con autonomía en la red,
generando contenidos, compartiendo opiniones y estableciendo usos intensivos de diversas
aplicaciones luego precisen de la atención de un tutor para hallar un texto cuyo link publicado en
el aula no funciona. O que les cueste ingresar a una clase sincrónica porque no pueden acertar a
realizar con acierto los procedimientos que requiere la plataforma. También es notable la
reticencia a prender la cámara. No hay dudas que los domicilios no siempre ofrecen las mejores
condiciones, pero los docentes pasan por el mismo escollo sin tener alternativa. ¿O es que una
privacidad vale y la otra no? Además, la proliferación de imágenes personales que alimentan los
perfiles y espacios digitales debería impugnar en muchos casos la timidez esgrimida.

En consecuencia, la persistencia de un posicionamiento que conforma al docente como sujeto y al
estudiante como objeto, debe culminar. Pero no se logrará si se continúa soslayando la
responsabilidad de cada estudiante y se cifra en la preparación del docente todas las dimensiones a modificar. Habrá que ayudarlos a asumir que tampoco son perfectos y que deben reconstruirse
junto al docente, de lo contrario seguiremos fracasando. Ellos porque se consideran eximidos de
tales reflexiones y los docentes porque no alcanzamos a reconvertir las clases en soledad.

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Luis Sujatovich, Prof. y Dr. en Comunicación Social

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