
La primera premisa que debemos aceptar es que la Educación Híbrida es una propuesta en construcción. Eso quiere decir que nadie puede arrogarse la autoría definitiva del concepto. Hay en Internet muchos profetas y muchos webinaristas (¿existe esa palabra?) que ya nos quieren convencer que saben muy bien cómo aplicarla “en las aulas del futuro”, otra expresión gastada y sin sentido real: ¿o alguien verdaderamente sabe cómo serán? La propuesta entonces es que nos animemos a analizar cómo debería estar compuesta para no ser un remedo de la modalidad mixta.
¿Sólo debe definirse por la inclusión de instancias sincrónicas en línea? ¿Tiene alguna incidencia en la modalidad la planificación docente? Es decir, ¿exige una forma de organizar las clases específica? ¿Y los materiales y actividades, cómo deberían diseñarse? ¿Debe incluir encuentros presenciales? Y si se trata de un curso en línea, estaríamos de acuerdo en que sería asincrónico, tal y como la teoría lo dispone. Pero si le sumamos encuentros sincrónicos, como sucede en muchas instituciones en la actualidad ¿cómo deberíamos denominarla? ¿Aplica a la calificación híbrida?
También en relación a las actividades cabe hacerse interrogaciones semejantes: una tarea colaborativa o una presentación de los resultados de investigación, ¿podrían efectuarse sin apelar a la sincronía? ¿Toda sincronía debe ser presencial? Los interrogantes pueden continuar apareciendo, dado que estamos ante un momento de constitución de una nueva modalidad y no de cierre, como algunos oportunistas se empeñan en demostrar. No debemos caer en los determinismos conceptuales de quienes creen tener el poder de nombrar: desde la educación pública, desde las aulas, desde el llano también tenemos herramientas para conformar conceptos que nos ayuden a comprender la realidad y principalmente, a transformarla.

Quizás no se trate de una modalidad sin precedentes, sino más bien de la articulación de todas para obtener una que tenga diferentes dimensiones que permitan la presentación de materiales desde diversos lenguajes hipermediales, que procure la realización de actividades colaborativas, individuales, sincrónicas y asincrónicas, que ofrezca instancias de diálogo con el docente, pero también con los estudiantes en todos los momentos y formatos posibles. Y que se brinde estrategias e instrumentos de evaluación capaces de advertir los procesos y no sólo los resultados. Pero para que pueda cumplir con sus objetivos no deberá responder a ninguna fórmula preestablecida que indique qué porcentaje de encuentros sincrónicos y cuántas clases asincrónicas, ni nada parecido.
Para aprovechar las potencialidades de una educación que se asume múltiple, ubicua, heterogénea parece necesario permitirle al docente que ajuste la modalidad a las necesidades del grupo y también a las suyas. Y acaso ésa sea otra gran transformación de igual relevancia y que debe emplearse con igual celeridad: la educación híbrida requiere un docente que pueda establecer el contrato pedagógico con sus estudiantes, sin limitarse a un modelo específico. La pandemia ha generado que nos interroguemos acerca de las formas más convenientes para hacer atractiva, empática e interesante la labor educativa. A pesar de que no podemos obviar que el debate se generó por la emergencia sanitaria y no por una convicción respecto a la necesidad de mejorar la educación, no debemos desatender el desafío.
Luis Sujatovich, Prof. y Dr. en Comunicación Social