El individualismo y la comprensión empobrecida de la problemática educativa – Luis Sujatovich

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Las declaraciones de Eliana Guercio tienen un mérito: posee el coraje de expresar una
idea que muchos tiene pero que no se atreven a manifestar de forma pública. Un
sector importante de nuestra sociedad considera que quienes se dedican a la
educación no deberían quejarse por los bajos sueldos y las condiciones edilicias, ya
que siempre ha sido así. Además, recurren a la vocación como si se tratara de un
compromiso asumido que permite tolerar cualquier carencia o atropello.

Resulta muy curioso advertir que la vocación sólo cobra vigencia cuando se trata de
educación, pues no hay registros de discusiones con un médico, abogado o
electricista, respecto a que debe cobrar menos dado que tiene predilección por la tarea
que realiza. Una vez que nos desplazamos de la docencia, toda referencia a la
vocación se convierte en una ridiculez, y sin embargo persiste en nuestra sociedad.
Quizás alguna psicóloga social pueda elucidarnos al respecto, pero hasta entonces,
continuará siendo complicado entender por qué las discusiones salariales en la
educación generan tanto repudio. ¿Alguien puede considerar la posibilidad de
sostener una educación de calidad con bajos sueldos y aulas en mal estado?

Es necesario también establecer una diferencia sustancial para no caer en un
Argumento ad hominem, es decir, discutir a la persona y no al argumento. No importa
la profesión de Eliana ni sus condiciones materiales, la cuestión estriba en que somos
una sociedad que persiste en discutir problemáticas sociales priorizando los intereses
individuales. Esta modalidad de inscripción en la esfera pública nos deja sin la
posibilidad de construir consensos amplios, dado que si cada uno sólo mira su
situación y supone que el otro está allí para brindar un servicio, ¿cómo se podría
genera una conciencia social crítica?
El primer problema, por lo tanto, es la tendencia (casi inaprensible) a analizar la
realidad desde el mero interés individual, ya que así se vuelve evidente que, si
necesito dejar a mis hijos en la escuela, pugnaré para que no haya paros. No me
importa cuál sea su situación, pues sólo atiendo a mis intereses. Y por eso considero
que una docente debe priorizar sus obligaciones más que sus derechos, ya que éstos
no me ofrecen ningún servicio (al menos de modo plausible e inmediato), en cambio
los otros me garantizan la apertura de la escuela. Aunque luego se hagan reuniones
de padres y no asistan, o se pidan colaboraciones (materiales o simbólicas) y nadie
aporte. No es extraño que la maestra se confunda con la madre, se espera todo a
cambio de nada.

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Estas consideraciones nos revelan que, al contrario de las afirmaciones del
liberalismo, la solidaridad es más importante que la iniciativa personal. Ningún orden
social puede ser beneficioso para sus integrantes si cada quien sólo cuida de sus
réditos, la complejidad de la trama social no pude resumirse al vínculo entre un
comprador y un vendedor. La cultura no es una mercancía y las docentes no son
mártires ni heroínas. Sostener lo contrario es nuestra mayor pobreza.

Luis Sujatovich, Prof. y Dr. en Comunicación Social

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