LA PLANIFICACIÓN AUMENTADA: LA ABUNDANCIA DE ACTIVIDADES PARA MEJORAR EL APRENDIZAJE – Luis Sujatovich

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La planificación es una herramienta fundamental para diseñar, desarrollar y evaluar un proceso
formativo, en todos los niveles y modalidades. Pero, a partir de un mal entendido, se suele
cometer un error que suscita decepciones entre los docentes. ¿Cuál es el equívoco? Suponer que
si nuestra propuesta contiene muchas estrategias, actividades, materiales y tareas generará más y
mejor aprendizaje. En consecuencia, se urden planes complejos para garantizar el resultado
deseado. ¿De qué forma? Incluyendo actividades ligadas al aprendizaje basado en proyectos, con
elementos de gamificación, trabajo colaborativo, producción de material y, por supuesto, una
exposición para que cada grupo cuente lo que pudo realizar. Pero como hay poco tiempo, debe
resolverse en una semana. ¿Qué podría salir mal, no es cierto?

No se trata de despreciar el esfuerzo y compromiso que hay detrás de semejante labor, dado que
sería un gran contrasentido disuadir a quienes buscan innovar dentro del aula (sea presencial,
híbrida o en línea), sin embargo la superposición de tareas (que no siempre van en una misma
dirección) oponen al interés del docente un obstáculo insalvable: el desconcierto de los
estudiantes. Abordar una temática nueva es un desafío complejo: todos sabemos que algo de
ansiedad, temores e inseguridades los acechan hasta que logran comprenderlo y articularlo con
sus saberes previos. Y si a ello le sumamos numerosas fases que deben atender simultáneamente,
por ejemplo ser el equipo que obtenga más distinciones por su desempeño a la vez que miran una
película y elaboran un informe grupal en un documento en línea, que a la vez formará parte de un
material multimedial que deberán exponer para participar de un debate acerca de una
problemática social. La pregunta que se vuelve inevitable es: ¿aprenden mucho o la preocupación
por el cumplimiento de las consignas los obligan a adquirir momentáneamente una cantidad de
información que luego olvidarán para estar disponibles para una nueva maratón educativa?

Por supuesto que no se alienta a establecer como toda didáctica la mera exposición oral del
docente ante la atenta (y pasiva) escucha del alumnado. Pero si ese extremo ha demostrado sus
limitaciones, acaso sea momento de admitir que el opuesto ofrece similares efectos. Habría que
interrogarse acerca de cómo se debe evaluar una propuesta pero no desde el punto de vista
docente o de los directivos que tienen, como sabemos, una perspectiva que acentúa los aspectos
formales y tiene menor cuidado respecto de las experiencias que busque generar. La cuestión

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estriba en ¿qué debe tener una planificación para que sea atractiva para los estudiantes? Todos
los docentes podemos asegurar que lo sabemos (y lo aplicamos) al momento de estructurarla. Si
pudiéramos dividir en varias partes las actividades escolares, ¿cómo quedarían conformados los
porcentajes? Estarían representadas con la misma proporción las necesidades curriculares de los
docentes, las institucionales y la de los alumnos. Acaso esa sea la primera premisa que debería
orientarnos en la planificación. La didáctica importa. Los contenidos también. ¿Y cuánto importan
las personas, sus circunstancias y sus modelos de aprendizaje? Mientras la respuesta sea menos,
seguiremos fallando.

Luis Sujatovich, Prof. y Dr. en Comunicación Social

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