
La utilización de las imágenes es una de las estrategias didácticas más frecuentes en todos los
niveles y modalidades. Resultaría muy extraño hallar una propuesta que desistiera de emplear
alguna e incluso sería aún más complicado que no apareciera como respuesta de un estudiante
a una consigna. La expansión de los dispositivos digitales acentuó esta práctica hasta
convertirla en una rutina. Sin embargo, se podría traducir por ilustración, ya que se inserta en
las clases como un material que apoya una exposición, aclara un proceso o permite
contextualizar una problemática. Su función, entonces, se resume a mostrar.
La reducción que se opera sobre el lenguaje semiótico comporta dos confusiones importantes,
una de ellas es que se asume que la mirada es unívoca, por lo tanto, las discrepancias que
puede suscitar un texto no se replican con ellas. ¿Será así, o la ausencia de interrogaciones al
respecto asume una versión, que podríamos denominar superficial, que no deja requisito par
una mirada diferente? Esta situación se explica por el rol que ocupan: si el centro de una clase
es un tema y no los materiales en los que se apoya, ¿qué sentido tendría demorarse en las
diferentes interpretaciones que podrían generar en las y los estudiantes? Se sentiría como una
demora un intercambio al respecto.
La rutina docente somete a la pasividad a las imágenes, las ofrece (inertes) para una
observación semejante. Y ello, en consecuencia, supone una acción en favor del sostenimiento
del sentido común. ¿O acaso no es el responsable de que una imagen diga aquello que la
mayoría supone? Entonces, deberíamos acordar que – en la mayoría de las situaciones – se
emplea una imagen en un sentido contrario al que se busca suscitar con los textos. Si éstos
tratan de producir en cada estudiante una perspectiva crítica, las imágenes, por el contrario,
buscan reafirmar las ideas dominantes.

Richard en su texto “Estudios visuales y políticas de la mirada”, publicado en 2009, se interroga
al respecto en los siguientes términos: “¿cómo repolitizar la mirada del espectador sobre las
imágenes mediante algún tipo de experimentalidad crítica que desajuste el monopolio visual
de las industrias simbólicas? 1- desnaturalizar el sentido, quebrando el supuesto de la
inocencia de las formas. 2-trazar vectores de subjetivación alternativa que potencien la
alteridad en tanto fuerza de desclasificación que rompa las uniformizaciones seriales”.
Ninguna de estas pretensiones es compatible con la imagen como respaldo de un sentido
estructurado con anterioridad, es decir, con la módica prestación de respaldo de un discurso
ya prescripto en sus definiciones y alcances.
La transparencia es una cualidad de ciertos objetos entre los cuales no se encuentran las
imágenes. En consecuencia, tratarlas como simples representaciones de la realidad configura
un oxímoron de grandes proporciones. Ninguna imagen es tan obediente como para no
insinuar que la mirada docente es sólo una versión, una deducción, una posibilidad. Incluso el
mismo individuo puede interpretar una imagen de manera diferente en diferentes momentos
de su vida, nos alecciona el Chat GPT.
Luis Sujatovich, Prof. y Dr. en Comunicación Social