Acerca de la prolongación de la jornada escolar o la insistencia como todo recurso – Luis Sujatovich

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La extensión de la jornada escolar resulta un intento loable pero poco significativo para mejorar la educación. A veces las medidas gubernamentales parecen estar atrasadas, es decir responden a necesidades de otros tiempos. Quizás cuando quienes impulsan la medida fueron a clases, el horario sí era una condición importante a modificar y en base a su experiencia lo han decidido. De lo contario, es difícil suponer que responda a una necesidad genuina de estudiantes y docentes.

En una sociedad en la que casi todo se discute (con todo lo bueno y lo malo que esa actitud supone), hay sin embargo un acuerdo: la escuela está en crisis. Y ante esta situación, ¿se espera que los problemas se resuelvan por la mera insistencia? No se desconoce la importancia de perseverar, pero no todos los errores se subsanan de esa forma. ¿Alguien cree que lograremos una educación de calidad sosteniendo más tiempo a los estudiantes en el aula? Sería como espera que una película que nos parece horrible, que está compuesta por miles de errores se vuelva inolvidable porque el director decida agregarle media hora.  Estoy convencido de que nadie espera que suceda alguna transformación. Acumular tiempo no puede ser una solución. Si así fuera, los problemas que los estudiantes presentan en primer grado deberían estar solucionados en sexto, ¿no es así? Y si la escuela no les resulta atractiva ni lo que les enseñan tiene valor para sus vidas, ¿cambiarán su percepción por la mera repetición de las clases?

Sería muy interesante saber si quienes asisten a jornada extendida están en mejores condiciones que los demás, es decir que poseen mejores competencias, han avanzado en sus habilidades de socialización y poseen estructuras de pensamiento más complejas y dinámicas. Si así fuera, no habría lugar para largas y sostenidas quejas respecto a la educación, pues la respuesta sería muy accesible: prolongar las clases en los establecimientos que tienen una jornada de cuatro horas. Nunca un problema educativo fue tan sencillo de resolver, ¿no es cierto?

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Si quienes asisten ocho horas a la escuela están en similares condiciones y tienen por la educación la misma baja estima que el resto (¿o no somos conscientes de que la escuela no genera deseo en nadie?) podemos estar seguros que no será una solución, sino apenas una propuesta que no tendrá ningún impacto positivo, más allá de la atención de algunas necesidades es sitios específicos. Pero en ese caso, más que preocuparse por la calidad educativa, se estaría priorizando su faceta asistencia. No sería una idea equivocada, pero no tiene el mismo sentido.  Atender las necesidades extremas es urgente, aunque la escuela no tenga las herramientas para solventar todas las carencias que se manifiestan cada día.

La educación necesita reinventarse. La escuela es obsoleta, porque se creó para una sociedad que ha cambiado tanto que no se parece en casi nada a la del siglo XIX.  Afrontar la incertidumbre no es sencillo ni agradable, pero procrastinar a cuenta y riesgo de las nuevas generaciones es una negligencia que no se arreglará con ninguna prolongación.

Luis Sujatovich, Prof. y Dr. en Comunicación Social

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