La educación informal y el presente de la escuela – Luis Sujatovich

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Los consumos culturales contemporáneos conforman el modo más rotundo de oposición al
sistema educativo, no sólo porque se evidencia en la utilización muy frecuente de los celulares,
sino más bien porque establece una diferenciación sustancial entre las prácticas colaborativas que
se multiplican en Internet y la acción docente en el aula. Aun cuando se ensayen actividades que
incluyan los dispositivos y se pretenda establecer una dinámica superadora al ritmo cansino de las
clases, la disparidad es inevitable. La distancia que existe entre las experiencias y el placer que
reportan asistir a una playa en el Caribe no pueden suscitarse poniendo unas hojas de palmera y
algo de arena en el piso del aula. Esa insalvable diferencia es la misma que se sustenta entre
participar en una red social y hacer un trabajo en equipo.
La convergencia digital nos oprime, nos desgasta, nos deja sin soluciones porque no hay forma de
replicarla. Y no se trata de persistir en la búsqueda de un equipamiento total de las escuelas,
porque no es un problema económico, es cultural. Uno de los intentos que se mostraron más
prometedores fue la pizarra digital, pero sólo es una y está bajo el dominio del docente. Allí reside,
entonces, su principal limitación, si la relación con las pantallas se establece a partir del placer,
¿cómo atraer las miradas hacia contenidos que no parecen habilitar ninguna satisfacción?
El aprendizaje ubicuo, postulado hace algunos años por Burbules, resulta sustancial para
comprender que cuanto acontece fuera de las paredes del aula no es sólo el contexto de los
sujetos que luego traerán a la escuela, es justamente al revés: portan la escuela como un enser
obligatorio pero que usan poco, mientras aprenden, conviven y crecen sin establecer más que una
leve referencia con la escuela. La figura docente sigue siendo necesaria, pero en otro rol. Debería
asemejarse al que ocupan los adultos ante la educación informal: están presentes pero como
consultores, para orientar en algunos casos y para aprender, en otros.
La educación informal, si extendiéramos las consideraciones de Burbules, bien podría considerarse
una acción absoluta: es decir, mientras se está con vida, se aprende. Y, sin caer en reflexiones
filosóficas que me exceden, es así como se comporta el ser humano. Pero si tuviésemos que
seleccionar cuatro categorías que definan (a grandes rasgos) a la educación informal, es probable
que el goce, la horizontalidad, el protagonismo y el ambiente multimedial, sean consideradas. El
goce es el centro, ya que las nuevas generaciones pretender aprender aquello que les gusta y
luego, lo que no, si no hay otra opción. La horizontalidad y el protagonismo se resumen en la
noción de Jenkins de prosumidores: consumen y producen dentro de relaciones horizontales, el
youtuber y es seguidor están en comunicación permanente. Y el ambiente multimedial es el

espacio que construyen para existir y para identificarse. ¿Cuántos de estos cuatro componentes
pueden desarrollarse en la educación actual? La pandemia nos demostró que las tecnologías
rompieron el aula. Por eso urge reconfigurarla, pero con diferentes materiales. La educación
informal puede ser una buena base.

Luis Sujatovich, Prof. y Dr. en Comunicación Social

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