La sociedad es responsable por la educación que construye – Luis Sujatovich

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La educación argentina no prepara para el futuro. Y no se trata de reiterar una idea ni tampoco de regodearse con el problema que nos acucia, sino de advertir cuál es la opinión mayoritaria que posee la sociedad argentina en este momento. Más que una consideración particular, es una convicción que incluye a muchas personas. Y quizás, el problema no sea el acuerdo que hay al respecto, sino que no parecen implementarse acciones para comenzar a atender esas falencias.

Las cifras que arroja la encuesta realizada por la Universidad Siglo 21, entre personas de 18 a 65 años de diferentes provincias, sumando un total de 1050 casos, se vuelven insoslayables: el 82% considera que la educación argentina no prepara para el futuro y el 75% opina que la educación argentina no es innovadora.

Es tan rutilante la certeza acerca de las deficiencias, algo así como un acuerdo de alcance social significativo, como los asuntos que involucra. Si la gran mayoría tiene la convicción que no atiende las demandas que el futuro exigirá y que tampoco posee iniciativas que busquen atemperar las falencias que continúan perjudicando al grueso de las y los estudiantes, no es posible desentenderse de esta situación. En muchas ocasiones se les reclama a la dirigencia nacional, provincial y municipal que respondan a la agenda de problemas y necesidades de la población, poniendo de manifiesto que es su deber. ¿Se podría mencionar algo diferente ante estas opiniones? Si revisamos los últimos debates educativos, se podrá advertir que la cuestión salarial presupuestaria, edilicia y de extensión de la jornada han sido las que más atención han suscitado. Estas preocupaciones son, sin lugar a dudas, muy válidas, pero no dejan lugar a concretar consensos que nos permitan avanzar en el diseño de la educación de las próximas décadas. Del futuro, así con pretensiones de larguísimo alcance, no estamos en condiciones de abordar.

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Si las necesidades (urgentes) del presente nos impiden establecer una agenda que supere la coyuntura, siempre estaremos en ostentosa desventaja respecto a cualquier innovación. Por lo tanto, la medida de nuestra crisis no debe asumirse a partir de indagar aquello que no se ha podido resolver en años (acaso desde la recuperación de la democracia), sino en todo cuanto ha perdido cada una de las generaciones que se vieron afectadas por la escuela empobrecida (material y simbólicamente). Si la educación padece el presente, ¿a quién se le ocurriría imaginar un futuro sobresaliente?

Las discusiones acerca de la educación deben involucrar al conjunto de la sociedad, porque nadie puede exceptuarse de sus consecuencias. Cada persona que no logra cumplir sus metas educativas es un fracaso de la sociedad. No son las maestras ni la escuela secundaria, es la sociedad. La educación que somos capaces de labrar habla más de nuestra sociedad que cualquier otra estadística. Es nuestra responsabilidad que nadie entre a la escuela con resignación, o que se vaya con pena, con bronca, arrastrando su desamparo.   Si el futuro se alimenta de nuestro presente, tendrá poco para ofrecer.

La esperanza es una obligación, pero no alcanza.

Luis Sujatovich, Prof. y Dr. en Comunicación Social

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